NO ES CONSENSO, ES NEGOCIACIÓN Y POLÍTICA

El verano comenzó a transcurrir y aparecieron escenas encontradas. Entretanto, algunos medios de comunicación muestran la algarabía propia de los vacacionistas; otros, en cambio, exponen playas desoladas y personas preocupadas bajo un encuadre de mal humor generalizado. Cada argentino, sin embargo, va tomando el pulso a los acontecimientos mientras hace y ajusta cuentas; también va formando, inexorablemente, sus propios juicios.

A los fogonazos de precios y tarifas, le sobrevienen los incrementos (exorbitantes, en muchos casos) de los impuestos provinciales y las tasas municipales. Peor aún: en este escenario, una gran mayoría de argentinos ya descuentan ulteriores alzas no sólo de precios y tarifas, también de impuestos.

Mientras tanto, el gobierno —ubicado bajo la misma escenografía social que envuelve a todos los argentinos— con su accionar no ceja en despistar a una parte de la oposición (PRO y UCR). El presidente y sus emisarios envían —desorientados o como estrategas consumados, el tiempo lo dirá— señales erráticas en torno a negociar el paquete de leyes (y las que vendrán, si mantiene el actual rumbo político y económico).

Así como algunos analistas intuyen que el gobierno está negociando con una parte del peronismo (a sabiendas del enojo del PRO), el presidente Milei ha sentenciado que sólo se aceptan sugerencias que mejoren el paquete de leyes enviado al Congreso. En medio de estas especulaciones, al igual que tras el ballotage, no han faltado quienes insisten con la palabra mágica consenso. Pero consenso no sólo es un término mañoso y ladino, también resulta del todo inapropiado para los actuales desafíos que la política enfrenta. Esto merece un análisis más detallado.

Milei —tanto como candidato y ahora como presidente— reiteradamente ha exclamado (y argumentado, también, en algunas ocasiones) que él venía a romper con el statu quo. Alterar el statu quo no es otra cosa que introducir una cuña en el conformismo y, por esa razón, la estrategia de Milei fue siempre la de presentarse como por fuera de la casta: la buena cuña, como dice el refrán popular, es siempre de otra madera. Él —visto a sí mismo y por el electorado como “otra madera”— volvió inevitable la llegada del disenso. De otra forma, romper el statu quo requiere disenso, es decir, negociar desde las diferencias para llegar a compromisos mutuamente beneficiosos.

Para ser claros, la palabra técnica que parece describir la actual situación entre el gobierno y la oposición no es consenso sino concordia discors. Es decir, la búsqueda activa —sobre todo, por parte del gobierno— de armonizar las partes enfrentadas tanto por el DNU como por el paquete de leyes enviadas al Congreso. Únicamente cuando las partes quieren cosas diferentes se puede negociar, y la negociación es la única herramienta capaz de generar un sendero de acuerdos y compromisos viables para mantener la maquinaria democrática. Sin embargo, aunque esta negociación se lleve a cabo —como advierte la líder de la Coalición Cívica— de espaldas a la ciudanía, ello no quiere decir que no pueda resultar beneficiosa para la gran mayoría de los argentinos. (Estos dos asuntos son centrales para la democracia argentina, pero van, me temo, por caminos separados y requieren un tratamiento analítico diferenciado que excede esta reflexión).   

Hasta el momento, el presidente Milei ha hecho cosas con palabras (parafraseando el título del libro de John L. Austin); ahora, llegó el momento de negociar. Veremos de qué madera está hecha su cuña. En un paquete legislativo tan extenso, las posibilidades de negociación son, sino innumerables, por lo menos inabarcables para la imaginación del ciudadano corriente. Sólo la necedad, la estulticia o la arrogancia son capaces de malograr las negociaciones. No quieran los enredos de la política que, por buscar lo mejor, el presidente Milei obstruya la negociación, dejándonos a todos en una posición subóptima. Para decirlo con un refrán popular bien castizo, usado al menos dos veces por el inmortal Cervantes: No se hizo la miel para la boca del asno.

Para concluir, los partidarios del presidente por doquier le dicen, conforme la expresión italiana, in bocca al lupo. Los argentinos decimos crepi. Necesitamos que la suerte nos sonría, puesto que nos espera un largo verano por delante, un otoño interminable y un invierno incierto. ¡Crepi il lupo!

Nota: publicada originalmente el 12 de enero de 2024 en Parlamentario.com