¿LA OPOSICIÓN DE MILEI O UNA OPOSICIÓN A MILEI?

El presidente Milei suele afirmar, reiteradamente, que la oposición carece de legitimidad para criticar sus ideas e iniciativas políticas. Parece, nada indica lo contrario, que el presidente utiliza el término legitimidad en un doble sentido. Por un lado, en tanto fuerza política que proviene del recuento de los votos; por otro, como orientación política correcta. De esta forma, la acepción legitimidad —en las expresiones del presidente— parece reunir la dimensión política con la moral sin solución de continuidad. Aunque para todo demócrata redomado este asunto de la doble legitimidad parezca política y moralmente inaceptable, no por ello deja de tener un interés muy peculiar: resulta esclarecedor para analizar la oposición. Esto es lo que aquí interesa examinar. Veamos.

Antes de avanzar se impone, dado el anterior contexto, una breve aclaración sobre dos formas de entender el término oposición. Por un lado, están los políticos (profesionales) que, teniendo responsabilidades políticas, no conforman el ejecutivo nacional; por otro, en cambio, están todos los que se oponen a las políticas e iniciativas impulsadas por el gobierno nacional. Desde la perspectiva presidencial, la oposición es la resultante de una intersección de ambos grupos: lo que Milei denomina “colectivistas” o partidarios de la “justicia social” (que en muchos registros resulta como sinónimo de “casta”). La oposición —construida por Milei desde el primer día— está compuesta por casi todo el peronismo (aunque hemos descubierto que algunos son liberales, p.ej. el Ministro del Interior), gran parte de los radicales, una sección del Pro y la lista continúa hasta llegar a la izquierda democrática (y, por supuesto, la otra que, como se sabe, no lo es tanto). Así, conviene preguntarse: ¿cómo actúa la oposición fundamentalmente peronista y de izquierda frente a los dichos de Milei? Sobre esto quiero destacar tres escenarios simultáneos.

Un primer escenario queda ejemplificado –tempranamente, hay que decir- por una columna de opinión aparecida en Página 12 y firmada por Sandra Russo. Esa temprana apreciación sobre el triunfo electoral de Milei coloca una pica en Flandes que el cineasta Adolfo Aristarain remachó, recientemente, con ahínco mediante una columna aparecida en el mismo periódico porteño. La idea básica —compartida difusamente en diferentes ámbitos políticos del peronismo— consiste no sólo en contraponer al pueblo bueno con otro malo, sino algo más profundo: el pueblo bueno y justo tiene que resistir los embates políticos del pueblo malo y tiránico. En este escenario hay, además de un tufillo antipluralista, un hedor arcaico que evoca e invoca a la resistencia. Lejos de apaciguar las aguas, desde el principio de su mandato el presidente Milei ha redoblado la apuesta con su exultante frase final en el discurso de asunción: “argentinos de bien”. Quizá todavía no haya enemigos, pero los adversarios ya comenzaron a cruzarse.

Otro escenario, el segundo, si no fuera lúgubre resultaría gracioso. El jueves 11 de enero se conoció la inflación mensual correspondiente a diciembre de 2023: un escalofriante 25,5%. En este escenario, la oposición utiliza y se sirve –posiblemente, lo haya inventado- de un slogan caricaturesco: “mileizuela”. Y que, junto a memes al estilo de estampitas o postales, da a entender que no sólo el candidato perdedor Massa ya había advertido este desenlace, sino que el pueblo argentino ha cometido un error al elegir presidente. Esta aproximación comunicacional de la oposición queda bien retratada a través de las palabras —que no tengo más remedio que citar en casi su totalidad— de Lucrecio: “Es grato, al tiempo que los vientos en mar abierto revuelven las aguas, contemplar desde tierra el esfuerzo de otro, no porque haya gusto y alegría en que alguien sufra, sino porque es grato ver de qué males uno se libra” (De la naturaleza, Libro II). Frente a los males de los que se ha librado el peronismo, el presidente Milei esgrime una hipérbole optimista: “numerazo”, refiriendo, así, que ha logrado evitar un mal mayor. Mientras tanto, los argentinos -no hace faltar ahondar en detalles- son los que están en mar abierto y bajo vientos cruzados.

Si los anteriores escenarios resultan pestilentes y lóbregos, el tercero, en cambio, remite a un sainete bien conocido: frente a esta crisis, nosotros —dice la actual oposición— no tenemos nada que ver. Aunque algunos poderosos líderes sindicales, p.ej. Moyano, se pregunten dónde están los Fernández (dando a entender que es ahora el momento de ejercer los liderazgos en la calle, es decir, pasar de la retórica de la resistencia a la acción), la estrategia racionalizadora de la oposición sobre el pasado reciente sigue siendo la misma de siempre: sólo el peronismo —parafraseando una frase fulminante de Willie Stark, el personaje central del libro All The King’s Men, de Robert Penn Warren— puede leer acertadamente el corazón del pueblo. En esta vena, el peronismo asume como principal oposición que este momento es insostenible y decreta que es inaceptable; para ello, invoca su experiencia política, aunque ésta —parafraseando un conocido aforismo de Mark Twain— sea, también, el resultado de malas decisiones. El presidente, que se percibe león despertando leoncillos, dobla el envite: para pagar el juicio de YPF, promete emitir un bono perpetuo denominado “Kicillof”.  

Para concluir, los tres escenarios pueden llegar a ser pasajeros; sin embargo, mucho me temo que están sujetos a pesadas anclas. Si es así, llegará el momento en que escucharemos, desde ambos bandos, a personas hablar “con el aplomo —sentenció Borges en Las alarmas del doctor Américo Castro— de quienes ignoran la duda”. A la mitad de ese vocerío estarán, indudablemente, la mayoría de los argentinos aferrados a sus dudas.

Nota: publicada originalmente el 18 de enero de 2024 en MDZ