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Este miércoles 24 de enero habrá un evento inusual. Dos hechos caracterizan su rareza. En primer lugar, Milei ostentará el récord, desde 1983, de ser el primer presidente que padezca un paro general a escasos 45 días de gobierno. Lo segundo: se realizará en plena temporada estival. Este contexto invita a reflexionar.

Recordando que el paro fue decidido hacia fines de diciembre de 2023, resulta pertinente afirmar que las entidades, dirigentes y políticos convocantes han escogido el día y el terreno, pero no las circunstancias. Quizá razonaron, un poco apresuradamente en diciembre, que las circunstancias en las que se desarrollaría el paro general resultarían apropiadas para tal evento político-sindical, es decir, un contexto político y social caótico. Por ahora, sin embargo, las circunstancias están en el puño del gobierno nacional. Aunque a cuentagotas, a los fogonazos de precios le fueron sucediendo cierres de paritarias de diferentes e importantes gremios. Este asunto traza dirección y horizonte e, incluso a días del paro, los estatales cerraron un acuerdo de aumento para el mes de enero; aun así, van al paro y movilización. De la falta de control sobre las circunstancias ha tomado nota el gobernador Kicillof, ya que no es casual que haya tenido que aumentar los salarios de los estatales para, con ello, lubricar la presencia de intendentes y dirigentes en dicho evento. Un caso especial de circunstancias fuera de control lo representa la provincia de La Rioja que, mediante la sanción de una ley, se habilita al ejecutivo emitir una cuasi moneda para cancelar obligaciones.

En diciembre, cuando los convocantes sellaron su decisión política, resultaba imposible prever que el evento se produciría justo a la mitad de una agitada y acalorada negociación política en torno al “Proyecto de Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”. Sin embargo, especulo que no los debe poner muy contentos su decisión pasada. Entre otras cosas, porque al ciudadano de a pie no le interesa que el paro general haya sido decidido antes; lo que les importa a los diferentes públicos ciudadanos es que se desarrollará a la mitad de una negociación y el consecuente establecimiento de compromisos políticos. 

Por tanto, en este contexto, el ciudadano de a pie se pregunta: ¿qué finalidad persigue este paro? Hay tantas respuestas posibles a esa pregunta como intereses y visiones involucradas. Menciono algunas para ejemplificar: delimitar la arena política, movilizarse preventivamente, intentar unificar después de la derrota, provocar al gobierno, medir fuerzas forzando errores, entre muchas otras. El periodista más avezado e informado —mucho menos aún el ciudadano de a pie— no tiene ni la capacidad ni la posibilidad de leer el corazón de los convocantes. No obstante, al interpretar el evento, tanto los formadores de opinión como los ciudadanos de a pie tienen la posibilidad de circunscribirlo y, con ello, delimitar sus efectos. Esa será la escenografía básica para el próximo miércoles.

Asumiendo que la postergación del plazo para las sesiones extraordinarias resulta un indicador de que las negociaciones políticas están beneficiando a la iniciativa gubernamental, el ejecutivo nacional hará todo lo posible para que la opinión pública interprete el paro general como un evento que obstaculiza las negociaciones políticas. Si, además de controlar su verborragia, el gobierno del presidente Milei este miércoles logra un equilibrado orden público (entre lo deseable y lo razonable), tendrá oportunidad —muy probablemente— de afirmar, al final del día, que no ha tenido efecto la crítica al gobierno. Todavía más: aun si las cosas no le salen bien al gobierno, tratará de presentar al paro general como una distracción. Mientras tanto, habrá que ver que tan contundente, potente y discursivamente asertivo resulte el evento para que sea algo —parafraseando a T. S. Eliot, en su poema Burnt Norton— diferente a una distracción que sucede mientras estamos distraídos.